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A las once de la noche el calor hace aminorar el paso. -Estamos esperando el agua para que calme la temperatura, pero también queremos ver salir a nuestras comparsas, ese día todo el pueblo se sienta en la avenida hasta las tres de la mañana que nos desaloja la policía. Los banderines colgados a todo lo largo de la calle principal hacen disrupción con el homogéneo gris que caracteriza al pueblo. Las casas bajas y algunos edificios a medio construir conforman la postal de la zona céntrica. A unas 20 cuadras de donde estamos y detrás del paredón del ingenio, se extienden los barrios de los obreros del azúcar en una hilera de casa idénticas. Pegado a estas construcciones, en terrenos al descubierto, las montañas de bagazo superan los 50 metros de altura; estamos en verano y esa cantidad es poco.

Pisar Ledesma es chocarse con la impunidad. Todos los vecinos se acostumbraron al olor penetrante del bagazo, saben que es nocivo, que causa afecciones respiratorias, pero la mayoría desconoce los otros crímenes ejercidos por el ingenio. Ninguno dirá bondades de la empresa, pero pocos hablarán mal. Quien no trabaja allí, tiene uno o dos familiares cercanos en el Complejo Agro industrial.
-La represión de la dictadura militar hoy la ejerce Ledesma. Casi el 70% de la población de Libertador está empleada o trabaja temporalmente para el ingenio, de ahí la presión psicológica que ejerce sobre el pueblo. El hijo de un trabajador no se puede acercar a CAPOMA porque se queda sin trabajo el padre. La gente misma nos dice “yo no me acerco porque mi marido o mi viejo trabaja en el ingenio”. Son muchos los jóvenes que sienten la inquietud pero no tienen las posibilidades económicas ni sociales como para escapar de este círculo. En la región somos la única organización que le hace frente a la empresa, y la represión que ejerce es tan fuerte que la gente vive atemorizada; el contexto no cambió, el flagelo ya no es físico, pero sigue intacto. Julio hoy tiene más de 30 años y es uno de los que se crió escuchando a Olga, mientras su padre dejaba su vida en el ingenio para mantener a la familia. -Por haberlo visto a él, me juré que no iba a ser esclavo de ellos, conmigo se cortaba. Hoy lo sigo viendo laburar 12 horas diarias, desde hace tres décadas y jamás nadie ahí dentro ha sido capaz de decirle “su antigüedad vale”; sigue siendo el mismo peón.
CAPOMA constituye hoy uno de los pocos focos de resistencia a Ledesma en la zona. Activamente está sostenido por tres personas. Oscar, Martina y Julio llevan adelante la casa y la agrupación, mientras tienden lazos con organizaciones en lucha por tierras en el Departamento y con otras de la provincia de Buenos Aires. Su trabajo es retransmitido por distintos medios alternativos, año a año organizan la marcha en memoria de La Noche de Apagón, y están formándose en encuentros de comunicación popular para montar su propia antena de radio.
Julio conoció la historia de Olga y la de su pueblo cuando tenía 17 años. Los encuentros comenzaron a frecuentarse acompañándola a algunas marchas hasta volcarse por completo a la causa por los derechos humanos. Junto a su compañera Martina, continuaron interiorizándose en las problemáticas barriales y denunciando expresamente a Ledesma. “Usted se va a quedar sin trabajo si su hijo sigue hablando”, le amenazaron en el ingenio a su padre, cuando su militancia se fue haciendo más fuerte. -Olga me enseñó que nuestro trabajo es el de estar al lado de la gente más desprotegida y ese fue el camino que elegí.
Oscar nació en el norte de Salta; muy cercano a la realidad de las comunidades indígenas comprendió desde temprano la compleja situación sociopolítica y económica que une a las provincias del norte: abundantes riquezas naturales y pueblos completamente empobrecidos. -Tengo un familiar desaparecido, eso en mi casa era un tema que no se hablaba y el silencio me llevó a preguntarme ¿por qué? Frente a ese olvido, empecé a cruzarme con mucha gente que me enseñó a no callarme, a no conformarme con el destino que se nos impone desde afuera y después de vivir muchas experiencias decidí quedarme acá.

Nuestra primera charla se extiende hasta las tres de la madrugada, a esa hora la lluvia de febrero llega como un bálsamo levantando la polvareda de las calles, y el viento revuelve en todo el aire el olor dulzón del bagazo que llega desde los terrenos cercanos del ingenio. Las partículas se respirarán todo el día siguiente, mientras el pueblo se prepara para los festejos de carnaval. -Todos los días y todos los años para nosotros son lo mismo. Lo peor es que esta lluvia nos aleja del carnaval, comenta Julio mientras el frente de la casa comienza a inundarse.
Cuatro días después, las comparsas impacientes saldrían con todo el pueblo a la calle principal desafiando las últimas gotas del diluvio.

Feudalismo
El contexto habitacional del pueblo jujeño está determinado por la masiva acumulación de tierras por parte del ingenio. Este proceso en constante avanzada hace que cada vez sean menos los espacios disponibles para construir viviendas. Julio detalla que en la actualidad “un promedio de tres a cuatro familias viven en una casa de tres habitaciones”, mientras se suceden los desmontes a gran escala para el cultivo de caña, “como sucedió con 12 mil hectáreas en la zona del salar”. A este fenómeno se le suma la compra que la firma efectúa sobre los pequeños ingenios, como los de La Florida y La Trinidad. -El micro emprendedor queda completamente desamparado frente a este monstruo. La empresa sigue siendo el monopolio de capitalización de tierras. Es un feudo total, acá son el Estado. Los gobiernos provinciales y municipales son meros empleados a su servicio.
Al Complejo Agro Industrial se llega caminando desde el centro en pocos minutos. A un lado de la ancha avenida que marca la cercanía con la puerta de ingreso, una hilera de árboles enredados al alambrado de cinco metros de alto se prolonga por varias cuadras. Así intentan tapar las montañas de bagazo. -Parece una broma, la cantidad quintuplica en alto a este disfraz. Oscar me acompaña a paso tranquilo, mientras vemos ir y venir a decenas de camiones que entran al complejo por la mano de enfrente, donde se extienden las plantas empaquetadoras de frutas.

Al ingenio no le gusta que lo miren, por eso su seguridad chista, cruza y se acerca cuando una cámara a 50 metros
de distancia dispara sobre la entrada. Más adentro de aquella avenida continúan los campos de bagazo y aparece un primer paredón. Detrás, los barrios obreros. Casas antiguas de tejas, construidas una al lado de la otra se prolongan en semicírculo, abriendo calles arterias que se cruzan y bifurcan. En el corazón de esta zona y pasando una rotonda aparece imponente la “rosadita”, como le dicen a la casona de los Blaquier, por su clara similitud con casa rosada. La diferencia con la estatal es que esta otra tiene unos altos paredones que sólo permiten visualizar el piso superior. Desde la vereda de enfrente, si uno se para en dirección al portón central y no tarda mucho, porque otros guardas están expectantes ante las miradas de intrusos, podrá ver la fastuosidad de la construcción y comprender el motivo del apodo.
El de seguridad agita los brazos a uno y otro lado, con clara intención de alentar nuestra retirada. Pensamos que las fotos que tomamos sirven poco, que nada evocan si no están acompañadas de la historia que arrastran. La postal de la casa quizá sirva sólo de metáfora, las bases de esa edificación son el padecimiento de un pueblo entero.

Los que gritan NO
Días antes del carnaval, 1500 personas habían marchado en repudio al monopolio territorial y laboral del ingenio hasta las puertas mismas del complejo.
Me habían advertido que el olor dulce del bagazo se respira en todo el pueblo en verano, aunque no sea época de zafra. Julio, uno de los fundadores de CAPOMA, me espera en la terminal. Tardamos en encontrarnos entre los pasillos colmados por puestos de comida. Nuestros contactos se habían cruzado en 2010 en Plaza de Mayo y desde ahí había aceptado recibirme en la casa donde funciona el Centro.

NO, después de haber vivido el ingenio

Eduardo llegó a Ledesma con 20 años para trabajar en el departamento de celulosa del ingenio. Hoy tiene 65. -El área en que trabajé fue siempre muy insalubre. Con el tiempo empecé a ver que mis compañeros se enfermaban de los intestinos y morían de paros cardíacos, pero nosotros seguíamos trabajando y nadie investigaba qué había pasado con esa gente.
Los años de trabajo pasaban y la empresa no les ofrecía cursos de capacitación ni elementos de seguridad, para saber cómo protegerse del cloro, el ácido sulfúrico, la soda caústica y el mercurio. -La desconfianza hacia la empresa surgió ahí, viendo que no había ninguna intención por cuidarnos y la corroboración definitiva de esto vino cuando nos dejaron en la calle en los ‘90.
Las políticas de flexibilización laboral de la década menemista fueron aplicadas por la empresa con un despido masivo, reduciendo los puestos de 15 a 3 mil empleados. -Porque Ledesma no es sólo esto que vemos, es dueña de plantas de papel en San Luis, estancias agro ganaderas, en Las Heras tiene un frigorífico de última generación con 10 mil dientes de porcinos, campos de soja, inversiones en exploración y explotación de gas. Están en sociedad con Cargill, así que el poder que tienen para doblegar cualquier gobierno es peligroso. Y este año se metieron con el bioetanol, subsidiados por el estado, es decir, por todo lo que aportamos los argentinos. Dicen “esta empresa invierte, se arriesga por Argentina”, nos mienten, nos mienten.


Eduardo pasa las tardes en los pasillos de la terminal donde tiene una perfumería. Transcurrieron 15 años desde que el ingenio lo despidió con una magra indemnización pagada en cuotas, pero el sentimiento de injusticia está intacto -Al ver a tantos compañeros estafados, surgió espontáneamente ese odio a la empresa. Realmente creíamos que estábamos trabajando para el país y nuestras familias.
La oleada de despidos se cobró a los hombres en edad adulta. Luis lo sufrió en el ‘96, con 50 años. -Viví acostumbrado a no tener un día fijo de descanso, a contramano de la comunidad y ya grande me encontré despedido. Nuestros sindicatos eran burócratas, acá hacíamos huelga y el gerente acordaba en Buenos Aires. Los trabajadores papeleros fueron de los pocos que formaron un sindicato combativo y encararon una huelga de 48 días, por el ‘84; pero los terminaron doblegando, el abogado los traicionó y hoy sus hijos viven muy bien.
El primer despido en masa fue al año siguiente de la primera elección de Menem y Eduardo fue de los que quedó sin trabajo después de la reelección. Trabajó diariamente durante 30 años, sin contrato ni agremiación que lo ampare; si marchaba era automáticamente despedido. Cobraba mensualmente, tenía aportes pero no obra social. El ingenio lo desechó con 25 años de antigüedad y tuvo que esperar casi dos décadas para poder recibir su jubilación.

Desesperado ante el abandono de los sindicatos y la falta de regulación estatal, un día se organizó junto a un grupo de compañeros para adentrarse en los campos del ingenio con una cámara filmadora. El objetivo era llegar hasta la zona de desechos tóxicos y registrarlos para llevarlo a la justicia. Los custodios fueron alertándose sobre la presencia de extraños mientras el grupo escapaba -Todos nos salvamos por varias casualidades. Uno era trabajador, conocía todos los recovecos y nos fue guiando, escondiéndonos de los patrulleros entre los cañaverales. Otra de las mujeres era médica y se acercó a la entrada diciendo que estaba ahí por una urgencia y que necesitaba un vehículo para irse. Los demás llegamos hasta un tendal donde una familia evangélica estaba festejando una ceremonia, nos refugiamos ahí y llegamos a la puerta casi desnudos: yo me saqué los anteojos, tiramos la mitad de la ropa y terminamos saliendo haciéndonos los borrachos. Los registros se borraron aparentemente por error cuando uno de los integrantes los bajó a una computadora.
Fueron reiteradas las veces que se acercaron al Ministerio de Trabajo para exigir que se envíe una inspección a las distintas áreas del Complejo. -Esos fueron nuestros últimos intentos, después nos vimos debilitados con la aprobación de la jubilación anticipada, porque muchos estaban luchando por eso, los compañeros tenían hambre y era lógico, se conformaron con eso aunque nuestra jubilación debiera ser muchísimo más alta. Si hicimos labores insanas durante toda la vida. Recién cuando me despidieron empecé a tomar conciencia del ambiente en el que estaba, del desprecio de la empresa hacia todos nosotros. Hoy puedo decir que nunca más quiero volver a estar ahí adentro. Tengo que agradecerle una sola cosa a Ledesma: que me haya echado; si no, no tendría esta salud para hacerle frente.


Trabajo insalubre


“Lo mejor que tiene Ledesma es su gente. Mi mayor mérito fue haber elegido a la gente adecuada.

Además, en Ledesma, hay una gran permanencia de los que mandan; otra de las claves para nuestro éxito”

Declaración de Pedro Blaquier en el 100° aniversario de la empresa Ledesma.

 

Corría el año 2006 y después de golpear puertas, presentar denuncias y testimonios Luis y un grupo de compañeros lograron que en septiembre un equipo de inspección de la Subgerencia de Estudios, Formación y Desarrollo, dependiente de la Dirección Provincial de Trabajo de Jujuy investigara al ingenio.
El informe sobre el Complejo Agro Industrial puso en relieve la insalubridad a la que los obreros se ven sometidos en sus áreas de trabajo, la falta de una previsión médica integral y la presencia de menores de edad en los campos de zafra de la empresa.

Eduardo se quedó con una copia del trabajo y comenzó a difundirlo, en el intento porque algo salga a la luz. Pasaron cinco años y Julio, desde CAPOMA, continúa denunciando que “todo el material sigue cajoneado”.
Las más de 70 hojas de las que consta la inspección evalúan las condiciones de trabajo en el sector médico, el servicio de higiene y seguridad, la zafra semimecanizada y mecanizada, los espacios de mantenimiento, depósito y procesamiento de la caña, las plantas de jugos y de papel.
La cantidad de irregularidades presentes en las áreas arrojaron denuncias desde la primera visita. Después de revisar el sector médico el equipo dictaminó: “No se cumple con la obligación de contar con personal de salud en cada turno, no hay enfermeros de noche. Los legajos médicos no analizan al paciente en función del puesto de trabajo que ocupa. No se observa en ellos información sobre la tarea que realiza y mucho menos sobre los agentes de riesgo a los que está expuesto”.
Omitir dicho análisis le permite al ingenio evadir toda responsabilidad sobre las afecciones que un trabajador adquiere como consecuencia de su labor. Además se comprobó que el servicio médico directamente “no interviene en la elaboración del Relevamiento de los Agentes de Riesgo, en la selección del tipo de elementos de protección personal, ni en la implementación del Plan de Capacitación ni su realización”.
En cuanto a las condiciones en que los zafreros desarrollan el corte de caña, la inspección constató: “Como consecuencia de la quema de caña, el trabajador sufre la impregnación de la carbonilla, incluyendo el rostro, y por ende, respira las partículas carbonosas”
Una de las denuncias más fuertes radica en este mismo apartado, donde el trabajo infantil es argumentado como colaboracionismo familiar: “Se nos informa que es usual que las familias, mujeres e hijos pequeños participen del despunte, observándose en esta visita que en algunas áreas las tareas estaban a cargo de niños, como ayudantes, que aparentan no tener más de 10 o 12 años. Cabe destacar que por no pertenecer a la firma, estas personas (supuestamente trabajadores zafreros ilegales) no contaban con ningún equipo de protección, recibiendo como explicación que se debía a que ‘no pertenecían a la firma’. Sin embargo, se los deja entrar al campo y al predio de la empresa, cuando al iniciar la inspección fuimos informados que no podíamos circular libremente por los predios, por estar totalmente prohibido que ingresen extraños o vehículos no pertenecientes a la empresa”.

No se entregaron comprobantes de los fungicidas utilizados. En varios sectores se comprobó gran acumulación de polvo y fibras de bagazo, altamente perjudiciales por la polución ambiental que generan. Estos no se limpian por “priorizan en la producción”, siendo que la cantidad hallada supera los límites de la ley. La planta de alcohol no posee sistema de rociadores contra incendios. Se detectaron varias zonas de riesgo de atrapamiento, como trapiches, transportadores de cintas, vehículos en el campo. Las tareas de corte de caña fueron identificadas como riesgosas, así como las que se desarrollan en las calderas, de una altísima agresión a la salud de los trabajadores.
Muchas de las actividades revisadas fueron catalogadas por la inspección como potenciales “Laboral indemnizable”, que remite a aquellas enfermedades relacionadas con el trabajo. El equipo dictaminó que era meritorio encarar una investigación que evaluara la gravedad de las mismas. Estos resultados no pudieron ser comprobados en aquella inspección debido al dato fundamental que Liberty ART no cumplimentó en las fichas de sus pacientes, relacionando la afección diagnosticada con el puesto que cada uno ocupa.
En inspecciones realizadas en 2004, se identificaron varios accidentes mortales, entre los que se mencionan la caída al vacío de un operario afectado a tareas en el sector filtros, en el mes de febrero y la muerte de otro que, recolectando cañas, fue aplastado por una máquina cosechadora que retrocedió, aparentemente por causas desconocidas.
Se diagnosticó que más de 4 mil trabajadores están expuestos a agentes de riesgo, pudiendo ser afectado por más de uno en determinados espacios; la falta de matafuegos, cinturones de seguridad y equipos de protección. En visitas anteriores se ordenó a la empresa constatar las mediciones de mercurio, esto tampoco fue realizado, ni evaluaciones respecto a los accidentes sufrido por un trabajador en el año 2003 y otro mortal en 2004.
Con todos estos datos, más otra cantidad importante que también han sido registrados por el equipo de inspección, Eduardo advierte que poco se avanzó en términos de seguridad laboral, mientras Oscar detalla que a raíz de esto “la empresa sólo se está cuidando de que ya no haya menores en los campos”.
Una inspección anterior a la de 2006 determinó que la empresa debía investigar sobre la muerte del operario aplastado por una maquinaria. Cuando el equipo relevó este pedido se encontró con una argumentación irrisoria. Ledesma declaró que esto se debió a “un exceso de confianza del hombre como una de las causas que originó el accidente”.


Los que avanzan gritando NO

La alarma habitacional padecida por más de 400 grupos familiares decantó en una manifestación histórica del pueblo; llegar hasta las puertas del ingenio demandando por su derecho a la tierra.
Concretar la primera marcha implicó un proceso de organización cuidadoso; la gente sabía que se estaba manifestando por su derecho a la vivienda, pero no mucho más. La información indispensable corrió sigilosa entre los vecinos; el plan no debía llegar a gendarmería ni a la policía. En febrero pasaron por la municipalidad y ya encolumnados en la ruta N° 34 muchos se miraron, algunos sabían más, otros menos, pero continuaron avanzando. En dos terrenos aledaños, unas 40 familias montaron un campamento simbólico. Sabían que no iban a construir casas ahí, sino que era una forma de evidenciar su necesidad.
Organizadas por la Corriente Clasista y Combativa - CCC-, habían logrado obtener el baldío del ex camping municipal, bajo la presión de

Gendarmería que tenía orden de reprimir y estaba dispuesta por las calles y dentro de los cañaverales. El espacio cedido estaba abandonado y los vecinos encararon el trabajo de desmontar y rellenar el terreno.
Desde la vereda del local de la CCC, el sol del mediodía jujeño pega sobre nuestras cabezas, mientras Matías relata radiante. Se crió escuchando que en 1880 Ledesma había comprado cada hectárea a $1 y hoy el plan de recuperación de tierras que integra va por su tercera etapa.
Cuando nos encontramos ese 20 de febrero habían pasado pocos días de la marcha histórica, donde 1500 personas llegaron hasta las puertas del ingenio, exigiendo que se cumplan sus derechos. -Presentamos un petitorio que demanda la entrega de diez hectáreas de las 150 mil que la empresa tiene en todo el Departamento.
La primera y segunda fase consiguió la zona del ex camping municipal y un terreno aledaño, allí pudieron instalarse 150 grupos familiares. La marcha del 16 se impulsó para dar respuesta a los cientos que hasta ese momento carecían de un terreno.
“Les pedimos encontrarnos hoy acá para saber qué les pareció la marcha. Este paso es muy importante para nosotros, el ingenio sabe que le estamos haciendo frente y que lo nuestro es una verdadera necesidad, así que no vamos a parar”. Ni micrófono, ni altoparlante, la garganta carraspea. José Ibáñez, referente de la CCC en Ledesma, se sube a los escalones de la entrada al local y habla a grito pelado para que las más de 300 personas presentes puedan escucharlo. Antes de terminar la asamblea les informa a los vecinos que la próxima semana una asistente social de provincia deberá dar inicio al censo familiar que ayude a presionar al ingenio por la entrega de las diez hectáreas demandadas.

Arédez, el barrio que nació de la lucha
Siguiendo por la circunvalación se llega a las afueras del pueblo. Cruzando la ruta, por esa misma calle, el asfalto desaparece y unas cuadras más adentro se levantan los paredones del Polideportivo. Ahí mismo empieza el barrio. A las diez de la mañana José me espera para acompañarme a visitar a una de las vecinas.
De camino pasamos frente al campo de deportes. -Fue una lucha que esté en pie, habíamos consensuado que ese espacio verde iba a mantenerse para todos los vecinos, pero la desesperación hizo que muchas familias lo tomaran para armar sus casas. Era imposible que se establezcan ahí, porque además es una zona inundable, se la está comiendo el río.
El terreno cedido se entregó a la organización en total estado de abandono. Familias enteras se volcaron a desmalezar y una vez que terminaron se encontraron con que no había luz, cloacas ni agua corriente. Organizaron una colecta comunitaria para comprar mangueras con las que se pudiera acercar el agua de canillas cercanas y el sistema precario se transformó en la fuente de ingreso de agua a todo el barrio.
Cada familia fue separando sus metros cuadrados con alambre y tiras de plástico y edificó con lo que tenía al alcance: algunos ladrillos, chapas, maderas irregulares y lonas. El ingenio no quiere asentamientos, ese es su argumento para no entregar las tierras. -Ahora tenemos que conseguir una bloquera para que cada uno pueda empezar a hacer sus paredes, porque no se puede seguir viviendo así. La gente entró al terreno e hizo lo que pudo, ya no podían esperar.
Frente a una de las viviendas, los ladridos de los perros que se lanzan contra la tranquera de entrada dan aviso a la dueña de casa. Cintia se asoma desde el fondo y hace un ademán -Entrá, ladran pero no muerden.
A esa hora el sol del mediodía de a poco iba secando las lagunas que separaban las filas de casillas enfrentadas, mientras el río ondeaba casi al filo de los terrenos.
La habitación donde vive Cintia está hecha a base del apilado de bloques de portland. -Todavía no pude comprar el cemento, ni las puertas, fui levantando esto con lo que tenía y todos estamos más o menos igual. Sabemos que hay unos planes que se llaman Vivir Mejor, que tendría que estar dando el estado para la construcción de viviendas, pero no han llegado. Más allá de la edificación precaria lo que realmente preocupa al barrio es la elevación del río, en la noche anterior había subido varios centímetros y muchas de las endebles construcciones se cayeron por la tormenta.
-Este terreno donde tengo mi casa es parte de la segunda fase. El camino fue muy difícil, desde hace tres años venimos asentándonos en distintos lugares, de donde fuimos desalojados y reprimidos, pero insistimos presionando a Ledesma hasta poder llegar hasta acá, pero la lucha continúa, sabemos que hay muchas familias que todavía no tienen nada. Cintia se acercó a la CCC cuando seguir alquilando se le hizo imposible. La falta de terrenos donde construir ocasionó que el precio de las viviendas se sobrevaluara hasta el punto en que una pequeña cueste $1500. Hoy invierte la plata de sus changas en seguir levantando su techo y planea volver a estudiar, sabe que Ledesma no tiene mucho más para ofrecerle que un bajo sueldo de empleada doméstica. -Toda esta movilización va haciendo que de a poco la gente pierda el miedo, que se anime a salir a la calle, porque todos, acompañándonos, vemos que luchando y luchando se consiguen las cosas. Ahora nos sentimos fuertes, sabemos que el que lucha, gana.

El barrio que nació al calor de esa tarea incansable se llama Arédez. -Todavía se están presentando los papeles, pero para nosotros se llama así desde siempre. Algunas calles tienen nombres de otras causas y luchadores como el Che Guevara, René Salamanca y Malvinas Argentinas. Nombrar así a nuestros espacios hizo que muchos vecinos empecemos a conocer la historia de todos ellos.
​La elección del nombre surgió como una forma de homenaje y agradecimiento a esa pareja que tanto peleó por la gente del pueblo. -Muchos conocimos el trabajo de Olga, ella nos formó para que lleguemos hasta acá. Era una madre para nosotros, siempre nos decía “peleen, no bajen los brazos”. José recuerda que sus primeras movilizaciones fueron a la par de ella, en las marchas por el 24 de marzo y en las de La Noche del Apagón en julio; también en reclamos a la Municipalidad en pedido de tierras, o denunciando la contaminación provocada por el bagazo. -”Ustedes son los que quedan”, nos decía. “Son los encargados de vencer al miedo, de pelear frente a ese monstruo que es Ledesma” y bueno acá estamos haciendo nuestro camino y tratando de retomar su lucha. Hoy estas tierras en donde vivimos se las ganamos al monstruo, son de Olga y de Luis también. Nuestra lucha lleva su nombre, no podría haber sido de otra forma.

La historia criminal como un eco
A 35 años de La Noche del Apagón, como si se tratara de una conmemoración perversa de la complicidad del ingenio con la dictadura del ‘76, el pueblo de Ledesma volvió padecer la muerte y la persecución. Las armas sucias. El sacrificio señorial para la buena cosecha.
Esta vez el ataque fue contra cientos de familias que estaban reclamando desde hacía meses por su derecho a una parcela; sólo diez hectáreas de las 150 mil monopolizadas por la empresa. Por medio de la orden de la jueza Pérez Rojas y en incumplimiento con el compromiso asumido por la Municipalidad sobre la entrega de las tierras, se inició el desalojo a sangre y fuego.
El 28 de julio, día de la represión, los titulares bombardearon con información de último momento. De forma crónica, cada nota me trasladó a una de las tardes de febrero en Ledesma; a los brazos de todas esas mujeres sosteniendo hijos sin techo con las que compartí una asamblea. Ya no estaba en esas calles, ni en Jujuy. Desde mi casa, sentada cálidamente y conectada a internet escribía los últimos capítulos de este trabajo, mientras las noticias se agolpaban en los correos, portales y redes sociales. Pensé que no era cierto, que todo debía ser obra de una horrenda confusión, de un mal chequeo de datos.
Con el correr de las horas los diarios comenzaron a dar parte de los cuerpos muertos, de los hospitalizados, de los detenidos y de las voces de los obsecuentes de panza llena: “Fue una jugada política, previa a las elecciones”.
“La tierra es nuestra, ya nos la prometieron”, las palabras de aquella tarde de verano, cuando la recuperación pacífica se sentía casi en las manos, hoy resuenan lastimosas. La marcha había envalentonado, había llenado de fuerza a la organización, logrando que progresivamente todos se sintieran más fuertes, aunados en esa lucha colectiva que había comenzado a devolver terrenos meses antes.
A un día de la brutal represión, eran muchos los manifestantes que continuaban detenidos en varias comisarías de la zona, entre ellas la de Fraile Pintado. Los manifestantes permanecieron en esa misma localidad que vio por última vez a Luis Arédez.
La mañana del desalojo Julio evidenció cómo Carlos Enrique Ferro y Julio Castellano, Jefe y Sub Jefe de Seguridad del ingenio, participaban del operativo. Vio caer a dos de los manifestantes a su lado, mientras algunos medios difundían la versión de que los muertos estaban armados. Horas más tarde el integrante de CAPOMA explicaba en Página/12 que los dos empleados jerárquicos de Ledesma “estaban apoyados sobre una camioneta blanca mirando una de sus máquinas que hacía una zanja. Ellos intentaron desligarse con un comunicado donde desmintieron haber participado, y la policía, que acostumbra plantar pruebas, va a decir lo contrario, pero la gente no estaba armada más que con piedras”
Las tierras donde se encontraban los manifestantes son conocidas como el Triángulo y pertenecen a la empresa.

“Se entra por el río, cruzando por un barrio de emergencia afectado por inundaciones, hasta llegar a un portón amarillo de Ledesma, vigilado por una garita de seguridad y un rottweiler gigante”.
El día posterior al desalojo el Ingenio emitió un comunicado a los medios, negando la complicidad con la represión ejercida
por la Policía de la Provincia de Jujuy: “Son totalmente falsos los rumores que buscan asociar a la firma como partícipe del operativo de desalojo de las personas que ocuparon de manera ilegal el predio. Ledesma, ni el personal que cumple funciones de vigilancia, ni sus vehículos participaron del desalojo. Ledesma realizó el pasado 20 de julio la denuncia policial por la toma ilegal del predio, como ordena la ley. Siempre se acompañó el crecimiento de la ciudad y su comunidad”.
“El operativo tuvo acceso a las 15 hectáreas por ese portón, el permiso lo dio la empresa, y la mayoría de los vehículos entraron por ahí”, expresaba Julio en su intento por desmentir, una vez más, las versiones del ingenio.
La presión ineludible de las muertes obligó al gobierno de Jujuy a dar respuesta a las demandas, iniciando el censo familiar del que José Ibañéz hablaba en la asamblea de febrero. “Queremos hacer las cosas bien, por eso estamos demandándole al Inmueble de la Provincia y de Libertador que vengan, o que envíen a una asistenta social para que evalúen ellos mismos todos los casos que ya tenemos detallados por carpetas”.
En sus inicios el plan “Un lote para cada familia que lo necesite” llegó a contabilizar, en todo Jujuy, a 20 mil inscriptos. A partir de ese primer recuento el gobernador Walter Barrionuevo anunció el “período de depuración del censo, ya que se anotaron personas que tienen propiedades y terrenos” y aseguró que “luego de las enmiendas se coordinará la urbanización con el gobierno nacional, que será el qu aporte los fondos para la construcción de las viviendas”.
Hasta el día 9 de septiembre, desde CAPOMA, Julio expresaba: “Las tierras aún no fueron entregadas y los casos de las cuatro muertes siguen sin investigarse”.

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