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“El primer problema es el de las tierras. Menester es dividir esos enormes latifundios que hace siglos se perpetúan y aumentan en extensión. La tierra ha de ser del que la trabaja. Las compañías no tienen ningún derecho a poseerlas mientras los agricultores son sólo arrendatarios”

Octavio Rivas Roney

Feudo y resistencias

A mediados del siglo XVIII la explotación del azúcar se masificó en la provincia. La industria necesitó de manos, manos baratas que hicieran aún más redituable el negocio y las comunidades asentadas allí fueron saqueadas para alimentar al trapiche de los ingenios.
Los nuevos dueños de la tierra comenzarían a cobrar arrendamiento a los que originariamente la habitaban. Así, las familias que quisieran conservar sus suelos de vida y siembra, deberían soportar la explotación en los campos de azúcar para obtener el dinero necesario y saldar las deudas que de la noche a la mañana se cargarían sobre sus espaldas.
Regímenes de semi esclavitud, expulsión de sus territorios y opresión centenaria de su cultura serían los destinos que la independencia argentina tendría para ofrecerles. “Nada ha cambiado en esta tierra para nosotros”. Perpetuando un sistema centralista y discriminatorio, la nación avanzaría sobre cuerpo y espíritu de los pueblos ancestrales.


En toda América Latina están próximas a desaparecer 248 lenguas indígenas. En su investigación Argentina Originaria, el periodista Darío Aranda desentraña los genocidios históricos impresos sobre las comunidades de todo el territorio argentino, a pesar de la existencia de un amplio marco legal que las ampara. Educación bilingüe e interculturalidad, asistencia sanitaria y participación en todos los asuntos que los afectan -como consta en la Constitución Nacional- son algunos de los derechos y reclamos históricos de los 24 pueblos indígenas en Argentina. Pero en la lista de derechos básicos, el primero es siempre el mismo: “Territorio”. Entendido con la carga de costumbres, cultura e historia, y no como un bien económico. En plena Revolución de Mayo los gobiernos criollos violaron todos los pactos preexistentes, desconociendo los tratados de los pueblos indígenas con la Corona Española. (...) 200 años después, el especialista en Historia del Derecho del CONICET identificó 74 tratados, en su mayoría incumplidos por las autoridades argentinas.
En Jujuy las comunidades deben enfrentarse al avance indiscriminado de la industria azucarera, que atenta contra sus prácticas de vida. Los pueblos pierden sus tierras, las familias ya no tiene dónde sembrar sus alimentos y medicinas y pasan a ser esclavos de una única opción: ofrecer su fuerza de trabajo en los ingenios.
"El desconocimiento, lo que podemos llamar como invisibilización del otro, es una estrategia para poder dominarlo. Si yo no reconozco que existe otro, no puedo darle un status de derecho. Se operó el borramiento de ese otro, para que desaparezca como sujeto de derecho y, por lo tanto, se puede arbitrar cualquier tipo de medidas. Y ese tipo de medidas son precisamente las que se describen en el derecho actual como prácticas genocidas", explica el historiador Walter Delrío en Argentina Originaria.


Cuando una comunidad dice basta y sale a tomar lo que le pertenece es perseguida, acusada de usurpadora y en el mejor de los casos relegada a tierras inundables e improductivas.
Libertador sufre el feudo centenario del ingenio Ledesma que le dio nombre hasta los años ´50. Los habitantes de La Quebrada de Humahuaca ya no son dueños de su territorio, sino de quienes tengan el poder de arrebatárselos y el pueblo de La Quiaca lucha contra el olvido del Estado Nacional a los pies de la frontera.

En Argentina, según el último censo agropecuario, el diez por ciento de las denominadas ‘explotaciones agropecuarias’ más grandes concentran el 78 por ciento de las tierras, mientras que el 60 por ciento de las fincas más pequeñas se reparten apenas el cinco por ciento de la superficie cultivable del país*.

* Darío Aranda, Argentina Originaria. La Vaca Editora, 2010.

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