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Pisar ese suelo es una satisfacción distinta a todas. Allí realmente se respira de otra forma, es tan único su ambiente que difícilmente podría compararse con otro espacio.
Para comenzar a descifrar la singularidad de Amaicha habrá que sumergirse en el espíritu de Celia, su representante y guía espiritual que corporiza a la Pachamama cada 1° de agosto, en la lucha de la nueva generación de jóvenes que vuelven a su tierra para defenderla, haciendo valer el trabajo milenario de sus antepasados, en las coplas firmes que brotan de la garganta de Andrea, como ecos subversivos contra la deforestación de los bosques y la contaminación del agua.


Amaicha es la defensa y la autodeterminación de su comunidad por sobre todas las cosas.
En sus fuertes simbólicos convive la mixtura entre su cultura y tradición con los factores externos. Leí una vez que “toda barrera ortopédica es suicida”, Amaicha sabe de ese riesgo y hace de su poder de adaptación otra herramienta para incorporar lo que considera beneficioso, sin dejar de resguardar celosa su identidad. Desde aquel momento en que les fue ratificada su libertad, debieron adentrarse en un sistema que no les era propio para defender lo que les pertenece.
Hoy continúan manteniendo sus instituciones de decisión que conviven con la comuna de representación estatal. Cuentan con un consejo de ancianos, asesorado por una comisión de jóvenes, que se encarga de arbitrar siempre que se presente una situación de peso, en diálogo conjunto con el cacique elegido cada cuatro años.
Amaicha es un caso excepcional entre la infinidad de comunidades originarias devastadas desde la instauración del sistema colonial hasta estos días, pero es cierto también que dentro de este contexto la lucha por su autodeterminación es un derecho que deben hacer valer a diario, enfrentándose a diversas problemáticas como el desempleo, la codicia política de sus gobernantes, la penetración cultural, la falta de agua y los conflictos ambientales generados por la empresa de explotación minera La Alumbrera, ubicada a pocos kilómetros en la provincia vecina de Catamarca.


Los años infames
Según las leyes diaguitas el poder de decisión está en manos del consejo de ancianos, integrado por siete miembros, y el cacique es quien debe llevar sus determinaciones a la práctica, salvo en casos de cierre de convenios con empresas u ONGs. Los organismos de representación se completan con una serie de secretarías llevadas adelante por jóvenes entendidos en materia de legislación, territorio, comercio e interculturalidad que funcionan como nexos entre el consejo y los cambios producidos por la globalización.
A principios de los años ‘80 Miguel Pastrana asumió como cacique y se perpetuó en el poder durante 18 años, en los que avanzó también sobre la gobernación de la comuna. Los grupos de jóvenes que se encontraban fuera de Amaicha en los primeros años de su gobierno volvieron frente al intento de la familia Pastrana por alterar la legislación diaguita y transformar a la comunidad en una monarquía de poder vitalicio. La tensión constante entre los intereses de los comuneros y el estado impiden que una misma persona ocupe ambos cargos; Pastrana violó esta regla comunal y favoreció el proyecto estatal de instalar una mina a cielo abierto en el valle, que actualmente está parada por la lucha de los integrantes de la comunidad.
Alberto es uno de los comuneros jóvenes que intervino en la asamblea convocada por el entonces cacique para cambiar la reglamentación, que establece que la elección puede efectuarse ante el fin de un mandato, la muerte del jefe o malversación de fondos. -Él había hecho aquel llamado para reelegirse, cosa que es ilegal porque estaba ejerciendo en ese momento. Además el estatuto fija que deben seleccionarse un Presidente y Secretario de asamblea, que ésta debe difundirse con 15 días de anticipación a través de todos los medios existentes y la convocatoria fue de un día para el otro. Hace diez años pudimos dar vuelta esa situación, impidiendo que se perpetuara en el poder bajo un estatuto que el mismo había confeccionado. Durante esos años la comunidad fue utilizada como un bolichito para lavar dinero del estado y nuestro pueblo fue dividido. Decir que algo estaba mal, era motivo de amenazas, se vivió un ambiente muy pesado, por eso fuimos muchos los que regresamos para frenar esta avanzada.

Hasta aquellos años la elección era pública y a mano alzada, mecanismo que se cambió en los últimos comicios por el cuarto oscuro.
Pasó casi una década de la destitución pero la situación política sigue siendo confusa para la mayoría de los habitantes. Aquella asamblea significó una marca que perdura hasta hoy en la comunidad, ya que la elección del nuevo cacique no fue reconocida por Pastrana y sus seguidores por considerarla ilegal y la controversia continuó con el último comicio, en donde el cacique saliente denunció que la votación se había efectuado antes de tiempo.
Al interior del pueblo sigue habiendo opiniones encontradas, tanto que son varias las figuras reconocidas como el jefe máximo, según el ambiente donde se consulte. El problema más acuciante reside en la tenencia de la cédula real “Pastrana debe tenerla en una botellita enterrada en algún lado” es la versión que circula con mayor fuerza entre la gente. -La realidad es que el traspaso oficial nunca ocurrió, detalla Alberto. -A nivel institucional la situación se complejiza. Muchas donaciones y ayudas que nuestra comunidad recibe tienen un receptáculo difuso, ya que hasta el momento su personería jurídica está acéfala.

La reestructuración cooperativa
Hoy los comuneros continúan desarrollando las produc-ciones autóctonas de la zona, como la elaboración de mistela, vino patero, aguardiente, dulces e hilados destinados al autoabastecimiento, pero la falta de industrias generadoras de puestos de trabajo es una preocupación entre sus 5 mil habitantes. Actualmente varios representantes de la comunidad se encuentran trabajando con el estado nacional a través del Proyecto de Desarrollo Rural de las Provincias del Noroeste Argentino -PRODERNOA- para poner en marcha programas productivos destinados a satisfacer la demanda laboral de los jóvenes. Los micro emprendimientos que buscan reactivar la economía están focalizados en la elaboración de adobe, pollos, panadería, una bodega comunitaria, un jardín botánico con yerbas medicinales y la adquisición de 200 cabras para distintos productos. -Estamos tratando de enfilarnos a entender esto de la globalización, para tomar lo que nos sirva, conscientes de que meternos de lleno atentaría contra nuestra identidad. Nuestra gente es muy hospitalaria, te van a atender bien, si te cruzamos diez veces te vamos a saludar. Este camino tiene que ver con eso, recuperar nuestro modo de vivir en comunidad que fue desmantelado. El mayor problema que tenemos hoy es que muchas familias han roto su relación en esos años y la unidad es nuestra piedra fundamental.
Alberto recapitula todo el esfuerzo volcado en su pueblo y lamenta que aún no tengan la cantidad de pozos necesarios para que todos puedan satisfacer su necesidad de agua. La construcción de uno implica una inversión de 500 mil pesos y Amaicha precisa 18. -Ese dinero entró, pero tenemos sólo cuatro, a dónde fueron esos fondos pocos saben. Uno de los baluartes históricos de Amaicha reside en que si un integrante de la comunidad necesita una parcela de tierra para edificar su casa, es el consejo de ancianos quien se la otorga, mientras el cacique detente la cédula que lo permite. El dictamen actual fija que la tierra es de todos y de ninguno al mismo tiempo. Esto quiere decir que la zona otorgada no puede ser revendida por la familia beneficiada. -Esta última cláusula tuvo que fijarse después de que se descubrieron varias operaciones de ventas de tierra por parte de Pastrana. Antes no había nada que lo impidiese aunque éticamente está prohibido.


​La enfermedad que no vende
Habitada por casi 1.500.000 personas, la provincia de Tucumán padece una tasa de mortalidad infantil de un 20,5%, la más alta del país después de Catamarca, Chaco y Formosa.
Entre los males que la aquejan, preexiste la centenaria enfermedad del Chagas; pandemia que hasta hoy no tiene cura y para la que sólo existe un tratamiento paliativo. La plaga que lo trasmite es la vinchuca, que se cría y reproduce mayoritariamente en las construcciones precarias hechas a base de adobe y paja. La chinche de la tierra, como se la llamaba en las primeras investigaciones de fines del siglo XIX es el mal que aqueja a las comunidades más pobres que se ven obligadas a construir sus viviendas con adobe -mezcla de barro, agua y pasto- y paja. En la actualidad no existe ninguna vacuna preventiva.
En el año 2003 la Coordinadora Nacional de Control contra Vectores realizó un estudio sobre el estado del Mal de Chagas en Argentina y determinó “En el período analizado 2003 al 2006, sólo un pequeño porcentaje de los casos congénitos ocurridos en el país, son detectados y tratados oportunamente. Por lo tanto más de 1.000 niños por año, hijos de madres infectadas quedan sin la posibilidad de recibir tratamiento cuando se ha demostrado, que la eficacia terapéutica es cercana al 100% en la etapa temprana de la vida”. Tucumán representó la quinta zona del país con mayor cantidad de niños infectados y el grado de cobertura de tratamiento fue evaluado como “inadecuado, es decir menor al 50%".

​​​​Enclavada en una de las provincias con mayor índice de Chagas del país, Amaicha del Valle presenta una precariedad habitacional generalizada. En el pueblo la inserción del Estado está dada por una comuna, que es la unidad más pequeña de representación. La ausencia de un Municipio hace que sus 5 mil habitantes reciban únicamente atención sanitaria por medio del CAP –centro de atención primaria- donde se realizan tareas de enfermería, vacunación y la atención de casos de baja complejidad.
Debido al alto riesgo de infección al que están expuestas las personas que habitan construcciones de adobe, en 2006 se puso en marcha un plan de refacción masiva para revocar sus paredes o reemplazarlas por ladrillos.
La realidad es que hoy, cinco años después de aquella campaña, la mayoría de las casas continúan en iguales condiciones o revocadas de forma parcial para tapar los focos de criadero. Las obras de recambio son inalcanzables para muchas familias que siguen hallando en la elaboración casera de los ladrillos de adobe su resguardo y su techo.
Desde el Programa Federal de Lucha contra el Chagas, dependiente del Ministerio de Salud, se manifiesta que en la actualidad son más de 300 mil las casas del norte del país afectadas por la vinchuca. Los infectados ascienden a la suma de dos millones y son 7,3 millones las personas expuestas al riesgo de contagio. Ciertas voces de la salud, como la del médico e investigador Sergio Sosa Stani, son rotundas a la hora de explicar por qué no se han desarrollado hasta el momento soluciones efectivas para un mal tan antiguo: “La industria farmacéutica privada considera que no es una inversión que les va a dar
ganancias porque aunque hubiera muchas personas para tratar, no serían buenos compradores de ese producto porque estamos hablando de enfermedades de sociedades pobres y el Chagas está dentro de ese conjunto”.

El pueblo libre
Amaicharse significa juntarse, encontrar a otros para compartir los pesares y los días, para crecer y crear, reivindicando el sentido de la vida en comunidad.
Amaicha del Valle es libre desde antes que la oligarquía criolla se lo planteara como posibilidad; la comunidad diaguita mantiene esa misma potestad que tuvieron todos los pueblos antes de las invasiones colonizadoras. Amaicha está de pie, recibiendo a quien llegue con su orgullo más sagrado: las tierras le pertenecen. España lo dictaminó un día, confiriéndole una cédula real que acredita independencia a un pueblo que lleva más de siete milenios en ese suelo.
A través del documento la corona devolvió a los diaguitas lo que siempre les perteneció. 

Las voces del arte​
-Nosotros somos el dúo KaKam, el nombre es el de nuestra lengua originaria que se perdió por la represión profunda que sufrió nuestra gente hace 500 años con la llegada del hombre blanco. Ambos músicos viven a ocho kilómetros de Amaicha, en Ampimpa, que en el idioma KaKam significa lugar donde se cura. Desde hace unos años comenzaron a rodar por la provincia y el país con su folklore límpido a garganta pelada, guitarra y bombo legüero. Carentes de amplificación, su música y su prosa que no olvidan se apoderan del espacio. Ambas voces lo envuelven todo en el bar esquinero de Amaicha que invita a distintos grupos dentro de un ambiente cálido entre 30 personas. Los músicos de Acullico se presentan ahí mismo durante enero. Dicen haberse reunido en ese pueblo que no los quiere soltar. Acompañados por dos guitarras, bombo, charango y voces interpretan la poesía norteña de Matías Aguilera “por su prosa valiente, enfrentada siempre a la dominación que unos pocos nos quieren imponer”. Acullico viene de Salta y se cruza con el dúo tucumano de KaKam en el suelo libre de los diaguitas. La fusión de identidades generada en el encuentro contrae el pecho de quien los escuche.​

 

​​Pasionaria, la diosa de la tierra​


El dios en que yo crea no será celoso de sus formas
y me dejará verlo regando todo con su energía.
Será corpórea para enredarse entre mis manos, árida y húmeda.

 

-De la plaza principal, a unas dos cuadras vas a ver una casa de la que nacen unos viñedos, ahí vive, es nuestra guía espiritual. Me hablaron de ella y también de la tierra. Celia Andrade y La Pachamama, dos que se vuelven una ese primer día de agosto en que se amanece ofrendando a las entrañas de la tierra todo aquello que tenga que ver con nosotros.
Desde el frente de una casa de puertas abiertas veo acercarse a una mujer hermosa de unos 70 años, mientras trenza su pelo renegrido largo hasta la cadera. Llega hasta donde estoy, se queda mirándome sin decir palabra y vuelve sobre sus pasos hasta desaparecer dentro de una de las habitaciones.
A los minutos escucho por primera vez su voz suavísima. -Bienvenida, esto es para vos. Con el brazo apenas extendido me convida con un líquido espeso y se sienta a mi lado en la entrada. El néctar se esparce por mi boca cubriéndolo todo con un sabor dulce e intenso. -Es mistela, lo preparamos acá, con las mejores uvas de nuestro viñedito. Se sabe poseedora de una mirada fuerte, y con la apacibilidad de una abuela flanquea mis ojos para saber cuánto puede reflejarse en ellos. Me veo completa en los suyos durante un rato y sonríe. -Para mí Amaicha es todo, mis raíces son indígenas, pertenezco a los diaguitas y me enorgullece poder representar a mi pueblo a donde voy. Junto a las uvas, la familia Andrade continúa cultivando costumbres alimenticias ancestrales como el charqui, armando tendales de carne para secarlas al sol. -Nosotros somos los últimos que seguimos teniendo nuestras tierras y nuestras instituciones. Somos libres y sabemos que pese a nuestros males eso es lo que realmente importa. Lo que hoy nos amenaza es la falta de agua, están cambiando los tiempos y los climas y en esta época de verano escasea bastante.

En febrero comienzan los festejos de carnaval que se prolongan por varios días, el pueblo es una fiesta sin pausa donde todos los comuneros agradecen la abundancia, conscientes de que se acerca la ceremonia mayor, esa que se concretará al alba del 1° de agosto.
-Ahora estás acá porque lo necesitás, yo te recibo y elijo dejar mis tareas porque la medida de mi tiempo en este momento está determinada por tu llegada. Estas son las cosas que determinan nuestro poder de vivir en paz. Ahora es tu tiempo.
Mientras hablamos, sus manos se pierden en el armado de un ramo de flores con una en particular. La Pasionaria devuelve la tranquilidad, es una especie blanca y pequeña que brota en el verano y se ingiere en infusiones. Tiene un aroma penetrante, como el sabor envolvente de la mistela, y la fortaleza de los ojos milenarios de Celia.
Me toma de la mano y me lleva por los laberintos de su casa, atravesando el patio interno donde descansan todas las hileras de viñedos, hasta llegar a su apacheta, el altar donde rinde homenaje a la Pachamama. Arrodillada a mi lado abre las puertas de aquel fuero sagrado, enseñándome a hablarle a esa diosa que se parece más a nuestra carne. -Cualquier momento es bueno para ofrendar, menos la noche porque la madre tierra también descansa como vos. Cuando el sol cae verticalmente sobre la tierra y el hombre queda sin sombra la tierra se abre para recibir la ofrenda sagrada que sella el cierre y principio de un ciclo. -De la madre tierra comemos, bebemos. Nos da todo, es una rueda. Es más que justo agradecerle. Cualquier materia prima brota de ella, hasta los elementos que el hombre usa para la destrucción, la pólvora, las balas y las minas. Si encontrás una apacheta en el camino significa que vas bien, los altares son señales que tienen que ver con lo que vas a hacer. Dale lo que tenga que ver con vos, una hoja de tu cuaderno. Pachamama kusiya, kusiya. Madre Tierra, ayúdame, ayúdame.
Las palabras de Celia quedan prendidas de esa tarde cálida de enero; en aquel patio que cada 1° de agosto se viste de ceremonia haciendo las mayores ofrendas de toda Amaicha.
Ese día la familia abre temprano las puertas de su casa y da de comer a 300 personas con las que comparten su altar. -Ese día vas a estar acá, voy a pedir que aunque sea mentalmente ella te traiga a compartir el pan entre nosotros.


 

“Lo cierto es que nunca pude dejar de cantar”​
 

Será el hombre pensante el que exista todavía
el que comprenda la dicha de vivir en armonía/
Pachamama mamá tierra por favor tráenos suerte
que si nos sacan el agua seguro viene la muerte/
Voy a cantar una copla no para dar un concierto
sino para reclamar fuera mina a cielo abierto/
Copla compuesta por Andrea Mamondes y compañeros.

 

Una garganta joven canta desde las entrañas de los cerros de Amaicha. Ella aprieta la caja que marcó la vida de su abuela y que la generación de su madre dejó a un costado por la discriminación escolar. El grito se subvierte frente a la contaminación del agua, por todas esas mujeres privadas del canto. Ruge su sangre diaguita por aquella otra abuela de causa que fue asesinada por no callarse las verdades con que oprimen a su pueblo.
Andrea aprendió a cantar de su abuela, y aunque un halo de timidez la distinga, mamó también su espíritu de lengua eléctrica, como le dicen esos que se inquietan ante sus denuncias. -Cuando llegué a Tucumán Capital descubrí otro mundo, donde la gente cultiva una práctica vocal para cantar, una infinidad de técnicas para estudiar al instrumento y muchos cursos en Buenos Aires que se dedican a enseñar con caja. Eso es maravilloso, pero muy distinto a lo que aprendí, escuchar a mi abuela no tiene comparación. Si bien Andrea es considerada coplera, para ella esa figura original está representada en la fortaleza de la mujer que ha vivido toda la vida en el campo, con su caja y que sin saber leer ni escribir ha tenido su voz para hilvanar sentimientos en el momento mismo en que golpea los cueros de forma catártica. -Yo viajo y tengo mi papel y lápiz para escribir, pero esa mujer es la que improvisa y arma una rima, una coherencia sin estas posibilidades que yo tengo. Eso es lo más fuerte del canto con caja.
Andrea es la conjunción de la fuerza joven con el espíritu libertario que late en la garganta coplera, la tranquilidad en los ojos llenos de certezas, porque así le han enseñado. Si lo pensás, lo decís. -Me he criado desde chica escuchando coplas, ahora estoy tomando más en serio esta responsabilidad de cantar y lo bueno es que están surgiendo otras chicas que están agarrando la caja para expresarse.
Su madre es artesana, cantó poco y sólo en círculo, con otra gente. -Hacerlo sola la emociona demasiado y por eso dejó de hacerlo, distinto pasa con mis tías que no lo hacen porque no saldrían a cantar en un escenario. Hoy se está difundiendo un poco más, pero en mi familia pasó algo extraño, soy la única de nueve nietos que agarró la caja.
El Joy Joy es un canto de lamento hondo, mucho más sanguíneo que los demás ritmos folklóricos, que también sufre de una incomprensión generalizada. Las mujeres que lo practican se lucen sólo en los jueves de comadre, que se da en los días previos al inicio del carnaval. -Yo no puedo cantarlo todavía, me parece un género demasiado especial como para tomarlo ahora.

Contra la condescendencia del arte
La copla es un género de resistencia, surge de las gargantas fuertes que se sobreponen a la discriminación cuando niñas y adolescentes. -En mí ha sido todo un proceso por el que tuve que pasar hasta llegar hasta acá. De chica siempre subía a cantar con mi abuela y ella me presentaba. Eso es lo que siempre pasa. La abuela un día presenta a su nieta. Así ella se convierte en su compañera, que retoma y enarbola ese símbolo identitario salteado por una generación. En Andrea se resume la experiencia de muchas jóvenes que al entrar en la adolescencia dejaron la copla igual que sus madres frente al rechazo del contexto educacional formal. -Me han llegado a decir que mis cantos son cosas de viejos y que yo los hago sólo para hacerlos sentir bien a ellos. No se comparte, no se entiende y ni siquiera se respeta. Fueron muchas las chicas que en esa etapa se alejaron de la caja. Yo misma me dije en un momento que no iba a hacerlo más.
Mientras por un lado la discriminación atenta contra el género, se presenta el lucro que posiciona a la coplera como un sujeto turístico, olvidando su matriz cultural. -Eso pasa mucho, se llama a los músicos para que se muestren ante el turista como algo exótico y al mismo tiempo hay una falta importante de espacios donde cantar.
Andrea sabe que este no es un momento más, la necesidad por esclarecer la pérdida de una compañera aviva su lucha. -Este año hemos perdido dos referentes bien importantes, una de ellas fue asesinada. La familia la encontró muerta en su casa. Doña Esperanza Nieva era una mujer que cuando se subía al escenario no tenía problemas en decir las cosas. Hoy me resulta fundamental pararme en un escenario y proclamarme en contra de la explotación minera.
Andrea acompañó a Esperanza a la marcha de Pueblos Originarios a Buenos Aires en 2010. Dos días después de aquel encuentro sería asesinada en Amaicha y la Policía difundiría la infamia de una muerte natural, frente a la evidencia irrefutable de su familia que la encontró golpeada y semidesnuda. -Ella era una líder para nosotros, manejaba mucha información y luchaba activamente por nuestro derecho a las tierras.
Consciente de las causas urgentes, Andrea eligió el compromiso al olvido -Lo cierto es que no he podido dejar de cantar nunca y hoy se me viene como una necesidad ante todo.​

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