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“Cuando un obrero es buscado para una elección le dan caña hasta que pueda tenerse en pie, y para animarlo a un trabajo extraordinario no le ofrecen un churrasco bien asado, sino caña a discreción. El gran remedio del alcoholismo está en la alimentación y en el jornal decente del que es privado el obrero. Buscar en el alcohol puro el descanso para su fatiga y el suplemento de su ración es lo menos que puede hacer el peón, obligado a trabajar forzosamente de seis a seis”  (Bialet Massé, Informe sobre el Estado de las Clases Obreras Argentinas).

En las primeras horas del día Ramón entra a saludar a los encargados del camping de Maimará. Llega hasta una mesa y se sienta con dificultad. Dice estar cansado, que anoche no durmió bien porque la bebida no lo dejó, mientras un gesto de encogimiento le quiebra la voz. -Yo le pido a mi patrón que si me ofrece un trabajo por tres días, no me pague el primero, porque seguro no le vuelvo y me gastó la paga en bebida.
Pero no sólo el alcohol fue transformado en un elemento de explotación. En tiempos de coloniaje la hoja sagrada de la coca fue propagada por los españoles para que los indios soporten el cansancio y rindan más en los socavones. Tal como explica Eduardo Galeano en las venas abiertas de América Latina "En tiempos de los incas, la coca se distribuía con mesura y sólo se permitía con fines rituales o para el trabajo duro en las minas. Los españoles estimularon agudamente el consumo de coca. Era un espléndido negocio. En el siglo XVI se gastaba tanto, en Potosí, en ropa europea para los opresores como en coca para los oprimidos. (...) La mayor parte de la renta del obispo y los canónigos y demás ministros de la Iglesia del Cuzco provenían del diezmo sobre la coca. Con las escasas monedas que obtenían a cambio de su trabajo, los indios compraban hojas y aguardiente en lugar de comida: masticándolas, podían soportar mejor al precio de abreviar la propia vida. A esta altura del siglo XX, los indígenas de Potosí continúan masticando coca para matar el hambre y matarse y siguen quemándose las tripas con alcohol puro. Son las estériles revanchas de los condenados”.


Las coplas que anteceden al carnaval

Al mediodía el olor a albahaca, símbolo máximo del carnaval jujeño, se apodera de las callecitas, se cuelga de las puertas, en los ojales de las camisas y los sombreros. Es Jueves de Compadres y los grupos de hombres se reúnen a coplear, organizando un festejo multitudinario abierto a todo el que se acerque.
En Maimará son varios los que están preparándose para su jornada de anfitriones. Cada comparsa tiene su mojón; un altar de piedras donde el diablo descansa desde el año anterior, hasta el reinicio del carnaval. Durante la semana los compadres publicitan la invitación a los suyos; y los Ácidos se plantan como los más festivos de todo el pueblo.
A ese escenario se llega calle arriba, pasando la plaza principal y siguiendo el sonar de los primeros tambores del mediodía. Sobre largas mesas de madera, las parejas anfitrionas sirven a los recién llegados un plato de guiso picante con papas y vasos de saratoga.
Sin comida ni bebida, no hay festejo. Desde el escenario montado en la calle, Los Ácidos se presentan dando inicio a la primera banda y al baile. -Hemos preparado 1000 litros de chicha y saratoga, para que nadie se quede sin repetir.
La gente festeja desatando los cuerpos, mientras levantan sus vasos hacia el escenario. Después de haber servido la comida, unas ocho personas acercan a la calle dos tambores llenos de chicha para que cada uno sumerja el vaso y vuelva a la ronda.
Hernán trabaja en Tilcara y vive en Maimará, cerró el local temprano porque “hoy nadie hace otra cosa” y volvió a su pueblo. -Siempre hay algún festejo por esta época. El domingo estuvo el carnaval chico, después viene el jueves de comadre, lunes y martes han vuelto a decretar el feriado, pero acá es feriado desde que yo nací.
El sol pega directo sobre la frente y calienta los cientos de litros de bebida de los tambores. La comida se asienta en los estómagos, pero el cuerpo no parece pesar. Se baila como sea y con quien sea, sin importar si quiere o no. Un hombre agarra por la cintura a una mujer y la hace hace danzar mientras otros grupos les llenan la cara de espuma, papel picado y talco.
Un micro frena en medio de la calle colmada de parejas, el chofer saluda por la ventanilla sacando ambos brazos y chifla, los pasajeros tocan los vidrios, sonríen y sacan fotos. La barrera humana se abre hacia ambos costados y el vehículo sigue su ruta. La escena se repetirá muchísimas veces a lo largo del día; en carnaval la calle es de los que andan a pie.


Ser de afuera y de adentro
Diego nació y vivió toda su vida en San Salvador de Jujuy, apenas a 150 kilómetros de donde estamos, y es la primera vez que pisa Maimará. -Toda esta belleza es gratis, la amabilidad de la gente, el baile, esta diversidad es incomparable. La calidez del ambiente festivo no deja de asombrarlo y esa extrañeza ante su propia provincia le pesa hasta el punto de compararse con el porteño. Su propio chiste lo deja retumbando y esquiva la sincronía trazada -Me voy a buscar un vasito, no sea cosa que me quede seco.
No hace falta aclarar, para él yo también soy porteña, aunque viva en La Plata y haya nacido en el interior. -Pasando Santa Fe, son todos iguales. Yo consumo muchas noticias de allá, aunque acá no llegan Tiempo Argentino ni Miradas al Sur, ¿sabés por qué? Por los monopolios de Clarín, La Razón y La Nación que no los dejan, te quieren manejar todo. Agradezco al cielo tener una
presidenta como la Cristina, una mujer de mente amplia, no como la Chiche Duhalde, el marido, Macri, Cobos ¡el gran traidor! ¿Cómo puede ser? ¡Vicepresidente y opositor! Este país sí que es generoso. Gracias a ella ahora muchos saben que el país continúa después de la General Paz, mientras siguen dando vueltas todos esos que son unos gorilas...... Porque esos están en contra mío, en contra tuyo, en contra de nuestros vecinos, ahí ni de afuera ni de adentro, somos todos iguales frente a esos garcas. Diego se acoda sobre un árbol y cierra los ojos mirando al cielo para que lo arrulle el sol y lo que pareciera ser una posición de largo rato es rápidamente interrumpida por otra inquietud -¿Vos sos periodista?, ¿y te pusiste a estudiar por vocación? Mirá que esa es una responsabilidad enorme... A ver vamos a hacer una cosa. ¿Qué hora es Don Salas?. El abuelo que dormita al costado del caminito de tierra se despabila al instante y busca su reloj pulsera -Las 15 menos cuarto. -¿Escuchaste? Las 15 menos cuarto del 24 de febrero de 2011. Vos te vas a acordar de este momento cuando tengas 40 años y venga algún empresario editorial a querer comprarte tus ideas, son dos cosas entre las que tenés que elegir: la verdad o la mentira, es fácil... ¿Sabés cuántos periodistas de Buenos Aires se han vendido y nos vienen mintiendo?... ¿Qué le pasó a Lanata?


 

Jueves de Compadres y Comadres
Días antes del desentierro del diablo, celebración que da por iniciado el carnaval, los pueblos de la Quebrada encaran dos grandes encuentros signados por el baile, la música y cientos de litros de alcohol. Primero es el jueves de compadres y a la semana siguiente el de comadres. Las tardes de fiesta encuentran a muchos paseando soñolientos. Macharse, como le llaman a emborracharse, constituye una tradición en cada festejo, pero con un trasfondo oscuro.
En su informe de 1904 sobre el estado de la clase trabajadora, Bialet Massé abordó la problemática del alcoholismo denunciando la sistemática imposición efectuada por dueños y estancieros, para que soporten las jornadas extenuantes de trabajo y la pésima paga.

Los compadres
Entre baile y canto, los 13 compadres que integran el grupo de los Ácidos se pasan la tarde haciendo homenaje a su apodo, atendiendo a la gente que disfruta, bebe y come. Sirven al que se acerca y salen a hacer rondas de ofrecimiento por las calles desbordadas de parejas bailando. -Disfrutamos mucho de hacer esta fiesta, y hace bastantes años ya que empezamos, imaginate que venimos desde el ‘81, hasta pelo tenía en esa época... ¡No te queda más chicha! Mario va hasta uno de los tambores y sumerge el brazo casi hasta el codo para llenar mi vaso. -Va bajando la bebida, es que sin chicha no hay festejo... Nuestra primera comparsa era La Unión Obrera y con esa nos dábamos unas panzadas de baile, domingos, lunes, martes y el miércoles queríamos seguir bailando entonces nos juntábamos con los muchachos músicos y la ronda se armaba otra vez. De esa época viene el nombre... un amigo tenía la topa con nuestra bebida y nos decía “ustedes tanto chupar, ácido parecen, ácido, donde caen van a quemar” y esa noche se eternizó la frase.
Desde el escenario la banda agradece y grita a uno de los compadres para que tome el micrófono. El animador aparece en escena con toda la picardía que dice haberle dado la chicha. -Se viene la segunda banda de los Ácidos, pero antes vamos a pronunciar los mandamientos... Primero: Respetar y hacer respetar el nombre de Los Ácidos, ¿por qué los Ácidos?, a ver si me acompaña la gente... ¡Los Ácidos, dónde caen, queman! Mandamiento 2: No salirse de la tropa de los Ácidos, nada de engañarnos con otros grupos. Tercero, y este es importante, ¡Ahorrar para el trago y amarlo por sobre todas las cosas! Hay que entonarse, no quiero ver a nadie sobrio. Mandamiento 4: Honrar el vaso y toda bebida que contenga alcohol, y no desear la mesa ajena. Podés desear la mujer ajena, en carnaval vale todo, menos desear el vaso ajeno. ¡Ahora si compañeros a bailar hasta mañana que hay saratoga y chicha para rato!

El baile del solo
Un compadre se acerca con un vaso de medio litro de chicha, decir no significa una ofensa; para demostrar cortesía nadie puede estar sobrio pasadas las cinco de la tarde. A un costado tres mujeres charlan sentadas en el piso hasta que un hombre se les acerca, calza en su cabeza una corona de albahaca y saca a bailar a una de ellas. La mujer dice “no, gracias, estoy cansada”, pero esa no es respuesta para el humor entonado del bailarín que la sujeta de ambas muñecas y la arrastra a la pista “no podés decir que no, es un desprecio, acá se baila o se baila”. A esa altura menearse con una mujer o un palo le da igual, poco importa la gestualidad o el ánimo del compañero de baile, mientras baile. Él está ensimismado en su deseo, bambolea el cuerpo a ambos lados y sólo vuelve la mirada para dar la vueltita correctamente y no terminar enroscado en el suelo.
Desde la vereda de enfrente una señora de unos 50 años descansa mientras toma su saratoga. En un manotazo desprevenido le saca el frasco de espuma a uno de sus chicos y ahora es ella la que empapa a los demás.



La garganta comadre
​“Cuando oigo sonar la caja me dan ganas de llorar”

A la semana siguiente se lucen las copleras, ese jueves es su día, toda una jornada en la que las comadres se desquitarán a canto puro con su caja y su lamento hondo. Son muchas y ya grandes las que ven crecer a las pocas nietas que de a poco van dando los primeros pasos. Algunas suben al escenario con sus chiquitas, así la abuela presenta en sociedad a la nueva coplera, su orgullo y la prolongación de su aliento.
-Yo copleaba de joven, ahora ya no, desde que me casé ya no más. Mi marido me conoció en un baile, me conoció cantando... nos casamos y mi garganta no volvió a coplear. Él siente celos de que otro me lleve si me escucha cantar. Conocí a Élida mientras esperaba ansiosa su turno con el sanador. Va porque está enferma hace algunos años, dice que se quiere ir de la casa, para que sus hijos vivan mejor, pero que primero se tiene que curar.
Hace poco tiempo el hijo menor agarró su caja y se va de coplas por ahí. -Yo me alegraba haciéndole el traje, era como revivirlo todo, tan lindo cantaba yo... Cuando se emborracha mi marido tiene la mano floja, yo nunca le pegué a él, pero él tiene la mano fácil. Élida fantaseó durante años con escaparse a algún jueves de comadre y sumarse a esa rueda de cantos sanadores, la sola idea le daba culpa, culpa por el marido, que la conoció copleando y le secuestró el canto.
-Yo no me he olvidado de nada... Oír la copla es como practicarla, cuando la escucho ya siento que vuelvo a entonar y se me vienen a la cabeza los golpecitos de la caja. Cuando me cure vuelvo a cantar.

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