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“Ellos son los extranjeros en su propia tierra, ​

hombres sin patria que recorren el norte en busca de trabajo.

Argentinos siempre forasteros, buscando el pan lejos del rancho,

en este gran país del trigo y de las vacas” 

Octavio Rivas Roney

Las causas
Cuentan los registros que luego de la invasión española sus diligencias famélicas se volcaron a la búsqueda de metales por todo el actual territorio norteño y que, retomando expresiones nativas, los españoles maldicieron en quechua: “Tucui mana: en esta tierra no hay nada”. El concepto desdeñoso se mantendría a lo largo de los años hasta darle nombre a una de nuestras provincias.
Pasaron 200 años de la declaración de la independencia argentina y el norte continúa abasteciendo al país y principalmente a la zona metropolitana de diversos cultivos y productos de primera necesidad. Tierra fértil avasallada y silenciada tanto por los colonizadores como por los registros centralistas de la Patria libre. Este trabajo, basado en un recorrido por Tucumán, Salta y Jujuy, tiene varios propulsores: la inquietud por aprender de su gente y su cultura, la necesidad por visualizar las condiciones socio-laborales de sus pueblos y las marcas cotidianas de las matrices político-económicas que históricamente los han oprimido y que todavía se mantienen.

En los años ‘40, el escritor Octavio Rivas Roney recorrió estas tres provincias, además del Chaco y Corrientes. Su trabajo “Extranjeros en su tierra” drena y vertebra estas crónicas. Su obra reconstruye las vicisitudes experimentadas por esos pueblos que lucharon por la independencia de un país que terminaría sumiéndolos en la más honda pobreza. Roney describe el cotidiano de aquel entonces entendiéndolo a la luz de una estructura política-histórica, desmantelando los mecanismos represivos ejercidos desde la enriquecida Buenos Aires en conjunto con las inversiones extranjeras y las oligarquías provinciales, el tendido desigual de las líneas férreas, la destrucción de las economías regionales y la falta de regulación en materia laboral como los principales crímenes políticos ejecutados sobre el norte.
Setenta años después las palabras de Roney se mantienen imborrables en estas tierras donde la explotación viró sus formas por el desempleo a causa de la mecanización, en estos aires donde la opresión mixturó las creencias originarias con el catolicismo doctrinario de la corona española. Hoy muchos de esos hombres que Roney veía desplomarse en los campos de cosecha, tejen su memoria apelando a aquellos tiempos de trabajo esclavo en los ingenios.

En medio de aquel contexto hostil también existen organizaciones fortalecidas, voces que se animan a gritar NO, familias que en su cotidiano trabajan por mantener viva la memoria de su comunidad, pueblos que se levantan contra su opresor, que salen a la calle por su derecho al territorio, y otros que -poseyéndolo- lo protegen con su unidad. Al sur, los que aún sufren las secuelas del Operativo Tucumán -que arrasó con los ingenios azucareros en los ‘60- sobreviven por otros medios, y los habitantes de La Quebrada reivindican su cultura en la liberación del carnaval.
 

Hay un Norte que sufre, pero resiste, amparando los matices de su identidad pluricultural, comunidades celosas de su libertad como la bella Amaicha. Un Norte Profundo, como la tierra reseca que no calma el hambre de los cuerpos desnudos de San Antonio de los Cobres, e idéntico a los cantos libertinos que brotan de las gargantas jóvenes.

Estas crónicas buscan dar testimonio de ese Norte Profundo, de los rostros y su historia.

De la memoria que se niega al destierro y de la fuerza inmensa de sus pueblos.

(Los textos comprenden hechos y testimonios hasta julio de 2011. Las comunidades siguieron en movimiento, transformando sus realidades y cosechando conquistas; como es el caso del pueblo de Libertador General San Martín y toda la provincia de Jujuy, que después de años de lucha, están viendo a los cómplices de la dictadura teniendo que responder por sus crímenes frente a la justicia)

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